martes, 28 de septiembre de 2010


Del extraño podrás exigir interés, mas de tu hermano no lo exigirás (Deuteronimo: 23,20)
Banqueros, prestamistas y empresarios ambiciosos. Tal es la fama del pueblo judío alrededor del mundo. Una fama que a pesar de tener prejucios muy arraigados ( y que tales afirmaciones han desencadenado cnsecuencias abominables ) tienen una explicación y un transfondo muy concreto. Es cierto que muchas de las instituciones financieras más grandes del mundo provienen de familias judías y cierto es también que muchos de los grandes pensadores económicos pertenezcan a tal pueblo pero, ¿como llegaron los judíos a tal situación? ¿que fue lo que hizo que fueran los judíos, y no otro pueblo, quienes tuvieran esa facilidad casi innata para los negocios? La respuesta es más fascinante de lo que se cree.



Nial Ferguson dentro de su libro El triunfo del dinero (una muy ilustre obra sobre la historia del dinero en general) hace un estudio sobre las condiciones históricas que llevaron al pueblo judío en ser tan diestros en sus negocios. Ferguson ejemplifica la situación de los judíos en la Venecia renacentista a través de la obra El mercader de Venecia de William Shakespeare. El Mercader... trata sobre un par de amigos que pide prestado dinero a Shylock (judío) para la boda de uno de ellos; Shylock accede, pero solo después de que los amigos aseguraran entregarle una libra de la carne de uno de ellos si no pagaban el préstamo en el tiempo acordado. Shylock, pues, ejemplifica la imagen que se tenía (o que se tiene) de los judíos; personas sin escrúpulos que solo les interesa el beneficio económico.



Los judíos hacían sus negocios delante del edificio conocido como el Banco Rosso, sentados tras sus mesas (travole) y sentados en sus bancos (banci). De ahí que la palabra moderna para denominar a las instituciones financieras sea banco. El Banco Rosso se encontraba, pues, en el guetto de los judíos. Existían buenas razones por las cuales los mercaderes venecianos tenían que recurrir a los prestamistas judíos para pedirles dinero...

Para los cristianos, prestar dinero con interés era pecado.

Los usureros habían sido excomulgados por el III Concilio de Letrán en 1179. Incluso argumentar que la usura no era pecado había sido condenado como herejía por el Concilio de Viena en 1311-1312. Los usureros cristianos tenían que indemnizar a la Iglesia para poder ser enterrados. Incluso este rechazo a los usureros se encuentra plasmado en la Divina Comedia de Alighieri, donde se encontraban éstos en el séptimo circulo del infierno.

También se suponía que los judíos no podían prestar con interés. Sin embargo, se encontraba la cláusula excluyente que se encuentra más arriba: un judío podía legítimamente prestar a un cristiano, aunque no a otro judío. El precio por hacer tal cosa era la exclusión social. De ahí que los judíos hayan formado sociedades tan herméticas que se apoyan internamente.

La presencia judía en Viena se remonta a 1509, cuando pidieron asilo después de vagar por varios años tras la expulsión española de 1492. Al principio, el gobierno de Viena se mostró renuente a aceptarlos, pero después se dieron cuenta que podían significar una fuente útil de dinero y servicios financieros dado que además de pedirles dinero prestado también se les podía cobrar impuestos. La formación de los ghettos judíos atrajo enormemente a otros judíos europeos que huían de la inquisición.

Sin embargo, la estadía de los judíos en Venecia no fue del todo grata. Más de una vez fueron expulsados, encarcelados o confiscados sus bienes debido a alguna guerra. Para solucionar esto, los judíos tuvieron que negociar durante mucho tiempo para que se les garantizara su libertada a pesar de cualquier guerra así como asegurar la libertad de practicar abiertamente su religión. Sin embargo,  seguía habiendo importantes restricciones; no se les autorizaba formar gremios ni a participar en el comercio al por menor, lo que de hecho restringía su actividad a los servicios financieros.

De la instauración de los judíos como prestatarios de servicios financieros se pueden derivar tres aspectos importantes: la capacidad de los prestatarios de cobrar tipos de interés abusivos cuando los mercados crediticios se hallaban en su inicio; la importancia de los tribunales a la hora de resolver las disputas financieras y la vulnerabilidad de los acreedores minoritarios frente a los deudores pertenecientes a la mayoría étnica y religiosa.

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